La literatura de David Foster Wallace brilla como un ave fénix sobrevolando la cultura occidental de fines del siglo XX y que se estrella tragicómicamente contra el paredón que ella misma no se cansa de señalar. Y que es el mismo paredón donde se estrelló ese insecto dorado llamado Kafka. Wallace también construye laberintos, o mejor dicho, también inventa fábulas para guiarnos a través del único y abismal laberinto en que vivimos. Pero los de Wallace no son gris acero y hormigón como los de principios de siglo pasado sino de colores saturados y música funcional al palo, se transmiten en la pantalla de un televisor en la esquina de la cafetería de una estación de servicio perdida en una ruta desierta, en la pantalla todos gritan y se arrancan el cabello a dentelladas pero el televisor está en «mute».
En este curso voy a compartir mi propia lectura del autor, que poco tiene que ver con la batería teórica académica que abunda en la crítica literaria y las carreras de Letras, porque la mía es una lectura de escritor, que sobre todo presta atención al cómo, a la arquitectura narrativa, al manejo del ritmo, a las inflexiones de la voz, a la construcción de personajes, escenarios y tramas, al color y sabor de las metáforas, a los códigos y patrones que establece cada cuento y los que devienen generales del autor.
A la manera de los cursos de apreciación musical, este es un taller de apreciación literaria: recomendado para escritores en busca de nuevos materiales creativos y para lectores en busca de nuevas voces y nuevos mundos.